
Había quedado para hacer algo esa noche, en realidad poca cosa, porque esa semana había trabajado duro terminando un proyecto que debía entregar el lunes siguiente y estaba agotada.
Todavía faltaban unas horas para el momento de la cita con mis amigos, de modo que di un sorbo al vaso de CocaCola con hielo, me recogí el pelo con una goma y pulsé la tecla Power de mi Mac dispuesta a leer y contestar correos electrónicos y mensajes de redes sociales, a corresponder a los obsequios virtuales que varias personas me habían hecho en forma de semillas y fertilizantes de la dichosa granja de Facebook y a eliminar el spam que me ofrecía en ruso señoritas de compañía, Viagra y negocios que supuestamente me enriquecerían y que, una vez más, pensaba dejar pasar.
En la bandeja de entrada de mi correo electrónico un mensaje recibido hacía apenas unos minutos esperaba ser leído. Un click y me encontré con una propuesta inesperada. Responder y enviar.
_ _ _
Miré a mi alrededor. La plaza de la Reina era un hervidero de gente a esas horas de la tarde. Los turistas fotografiaban el pórtico de la catedral, los estudiantes paseaban riendo desenfadadamente y una mujer gitana trataba de convencer para que aceptara una rama de romero que la ayudaría a encontrar el amor verdadero a una joven que alegaba que pasaba por allí cada día y ya estaba harta de su reiterada insistencia. Varias ancianas, sentadas en la parada, esperaban el autobús que las conduciría de vuelta a su hogar tras la misa y un grupo de alemanes rubios, orondos y ruidosos bebían cerveza en la terraza de Finnegans.
Recorrí en cuatro pasos la distancia que me separaba de la puerta de la catedral y allí estaba él, con una puntualidad británica y mirándome sonriente.
Hablar en persona con alguien con quien hasta el momento sólo has tenido contacto por escrito a través de la red y a quien ni siquiera habías visto en foto produce una sensación extraña, irreal, como si de repente te encontraras hablando con Max Estrella o con Madame Bovary o con Pepe Carvalho. Observar de cerca la fisonomía de alguien de quien sólo conocías los retazos de su alma que te había permitido contemplar a través de su escritura y conocer de su propia boca detalles de su vida lo humanizan, hacen que ante tus ojos aparezca gradualmente el yo cotidiano, común y a la vez único que hasta el momento te había estado vedado.
Por lo apresurado de la decisión de vernos y el poco tiempo que permanecería en mi ciudad (sólo unas horas) apenas hubo tiempo para compartir unas cervezas y un rato de charla. Me planteó preguntas sobre aspectos de mi vida que le intrigaban, me contó otros de la suya que desconocía y que ni había imaginado, me reveló algunas claves de lectura de su blog que me permitirán acceder mejor a los sucesos que narra y los sentimientos que describe y un rato más tarde él partía camino de una tasca donde le servirían la cena y yo esperaba en el andén de la estación un metro en dirección al lugar donde había quedado.
Es curioso conocer a alguien que hasta el momento había sido para ti casi un personaje de ficción. Es extraña la sensación de contemplar cómo se transmuta en un ser de carne y hueso con sus vivencias, sus miedos, sus anhelos. Jamás creí que viviría esa experiencia que había rechazado en varias ocasiones por timidez y por pudor y, como la mayoría de las experiencias extrañas de mi vida, acepté en un dicho y hecho, en un momento de irreflexión, en un impulso, porque el ser humano se debate consigo mismo en una lucha sin cuartel por ser cerebral y reflexivo y no obstante acaba comprobando una y otra vez que se rige por impulsos y que, en última instancia, nada puede hacer contra la espontaneidad que aflora cuando se adormece su consciencia. Sin embargo después de haberla vivido recomiendo esa experiencia, la considero enriquecedora porque nos aporta una visión de la persona que se superpone al personaje, que lo completa y perfila su imagen haciendo que aparezca nítida ante nosotros.
Es importante que jamás olvidemos que a través de la red no nos comunicamos con ordenadores: nos comunicamos con personas. La semana pasada alguien me lo recordó. Gracias. ;D
(Imagen de Deviantart.com)
Y tú, ¿has conocido en persona a alguien de la red?