EL INVITADO INESPERADO

Regreso de las vacaciones desanimada, decaída, poco comunicativa y con la imaginación bajo mínimos. Me planteo postear y ni siquiera me siento capaz de decidir la anécdota o el tema sobre el que escribir. Empiezo a leer vuestros blogs y me distraigo y me divierto leyéndoos, me alegra y me anima volver a saber de vosotros y de repente se me ocurren mil comentarios que hacer sobre lo que habéis escrito y las ideas empiezan a dar vueltas por mi mente y es como si de repente en una sala a oscuras se encendiera una lámpara.

Así que, antes que nada, quiero deciros GRACIAS. Gracias por estar siempre ahí al pie del cañón en vuestros blogs para que los demás podamos leeros y comunicarnos con vosotros, gracias por vuestros comentarios en el post de despedida antes de las vacaciones, gracias por vuestros correos electrónicos y vuestras muestras de cariño durante estos meses y gracias por aportarme algo que no se puede pagar con dinero y que es lo más importante que posee el ser humano, puesto que es lo que lo diferencia del animal: IDEAS.

Y después del momento emotivo paso a narrar lo que me disponía a contar.

En el blog de mi querida hada Mara acabo de leer una anécdota que me ha hecho reír y me ha recordado ésto:

Os presento a mi murciélago. En realidad no es mío, puesto que vive en libertad y él decide cuándo entra y cuándo sale, pero me gusta pensar que de algún modo es un poquito mío.

El sótano de nuestra casa de campo tiene una puerta de rejas. A veces nos hemos planteado la posibilidad de cambiarla por otro tipo de puerta más segura, pero no nos ha parecido muy lógico ya que en el sótano-bodega hay poca cosa susceptible de ser robada: algunas botellas de vino no muy caro, el cortacésped y aperos de labranza e instrumentos de jardín. No creemos que un ladrón tenga la brillante ocurrencia de robar objetos tan viejos o semillas de tomateras, a no ser que desee un jardín propio (aunque todo es posible, quién sabe, también habrá manguis aficionados a la jardinería). El caso es que esa puerta lleva ahí muchos años y no la vamos a cambiar, sobre todo porque tenemos un inquilino desde hace mucho tiempo.

Por las noches comenzamos a observar que un murciélago volaba muy bajo cerca del sótano. En una ocasión le vimos entrar y nos llamó mucho la atención.

Pensamos que había sido casualidad que entrara, pero más tarde descubrimos que salía de ahí todos los días al caer la noche para comer mosquitos del estanque y volar un rato por los montes y regresaba más tarde para ocultarse de los rayos del sol y dormir todo el día.

Junto al sótano hay una zona sellada, una cámara de aire en los cimientos de la casa. Esa cámara estaba tapiada desde que se construyó la casa hace catorce años, pero hace tiempo hicimos una abertura en una de las paredes para que se comunicara con el sótano y pudiera entrar el aire. Realmente no sé a ciencia cierta por qué lo hicimos, creo que alguien comentó que no le gustaba que la cámara, a pesar de que no sea habitable, estuviera sellada.

Por esa abertura no cabe una persona, pero sí un animal. Parece ser que el murciégalo la descubrió por casualidad y pensó que era un buen lugar para vivir y que parecía seguro, puesto que no olía a humanos.

Un día, con el sol ya brillando en el cielo, encontramos al pequeño murciélago escondido a la sombra entre el borde de la piscina y el agua. Probablemente se había desorientado por algún motivo y lo había sorprendido el amanecer. El animal se refugió del sol donde pudo y se durmió. Sin embargo a medida que el sol va ascendiendo va iluminando esa parte de la piscina y esa sombra desaparece, de modo que hacia mediodía el murciélago lo habría pasado francamente mal. Dijimos: "¡Hay que hacer algo, tenemos que cogerlo!".

Lo cogimos con las manos y lo llevamos a la bodega.

Tener un murciélago en las manos es extraño. Su pelo es increíblemente suave, tiene hociquito y cuando duerme sus alas, que al volar parecen amplias, están encogiditas y parecen muy pequeñas. Aprieta los ojitos rasgados al mantenerlos cerrados de modo que parece que sonríe. Es una pequeña ratita con alas. La sensación que tienes viéndolo así y acariciándolo es de ternura.

Me dio mucha pena dejarlo sabiendo que nunca más volvería a tocarlo. Al acercarlo al techo se cogió a él con sus pequeñas patitas y siguió durmiendo plácidamente. Me pregunto si se dio cuenta realmente de que se encontraba en las manos de un humano o si al despertar tuvo la sensación de que lo había soñado como nos sucede a nosotros a veces cuando alguien nos acaricia en sueños.

Pensamos que después de lo sucedido desconfiaría de nosotros y desaparecería para siempre, pero cuál no fue nuestra sorpresa cuando comprobamos asombrados que seguía viviendo ahí y cada día al anochecer seguimos viéndole salir volando tan contento en busca de comida.

Este verano por primera vez se me ocurrió asomarme a la abertura de la cámara del sótano y hacerle una foto. Es la que os he mostrado.

Siempre he tenido perro, pero nunca esperé tener en casa un murciélago ni, mucho menos, tener la hermosa experiencia de tocarlo.

¿Qué mascota tienes tú?